La determinación, Angela Duckworth
Resulta difícil traducir la palabra grit. Agallas, coraje, valor. Determinación, en la traducción de su charla. Pero el sonido de la palabra en inglés tiene una cadencia especial. Una prisa que no tiene la palabra en español que parece de otra época. Quién habla de agallas en educación hoy en día. Nadie. La premisa de Angela es clara: ¿y si la evaluación que hacemos de los alumnos para agruparlos, separarlos o acelerarlos no fuera la más precisa?, y si ¿el éxito en la escuela y en la vida no dependiera de nuestra capacidad intelectual sino de otra cosa? Ese planteamiento resulta a la vez obvio, para cualquiera que haya pasado algunas horas en un aula, e innovador ya que conseguiría desjerarquizar las clasificaciones de alumnos que ahora tan solo son medidas por los tests de coeficiente intelectual. ¿Y si se pudieran valorar otros aspectos? Así mismo, Angela plantea qué pasaría también en las empresas que establecen enormes diferencias de sueldos entre empleados basados en esa capacidad, lo que llama el “talent mindset”, tuvieran en cuenta otros indicativos. Y enuncia, aunque de manera demasiado furtiva para mi gusto, en qué manera la obsesión por el talento contribuye a una cultura narcisista y determinista que perdona demasiado a los genios. Su conclusión es que enfocarnos en el talento nos distrae de algo que es tan o más importante: el esfuerzo. Tras años de investigación de campo en colectivos muy distintos, desde escuelas militares a vendedores pasando por aulas en barrios desfavorecidos, Angela concluyó que la determinación, definida como la pasión y la perseverancia para alcanzar metas a largo plazo, tiene más peso en la predicción de resultados futuros que las capacidades o talentos. En sus propias palabras: La determinación es aferrarse a su objetivo día tras día, no solo una semana o un mes, sino durante años y trabajando realmente duro para hacer que ese futuro se vuelva una realidad. La determinación es vivir la vida como si fuera una maratón, no una carrera a toda velocidad. El “never give up” attitude. Por eso lleva años trabajando para que sus Grit scales pasen a formar parte de los procesos de selección en universidades y empresas. Ya que nuestro potencial es una cosa y lo que hacemos con él es otra muy distinta. Le preocupa cómo nuestra excesiva preocupación por el talento y las capacidades no puede garantizar que nuestros mejores alumnos no abandonen, por ejemplo. Cuenta como los alumnos que siempre han sido alabados por su capacidad, o talento, se frustran rápidamente, mientras que los que están acostumbrados a trabajar por las cosas lo toman como un obstáculo más. Pero para ello es necesario tener esa brújula clara de hacia dónde queremos ir. Un target móvil que va cambiando y evolucionando con los años pero que nos marca una dirección, un plan de vida. Y ahí conecta con la teoría de Carol Dweck del Growth Mindset y el enorme papel que tenemos los educadores y padres en esa tarea. Carol parte de 4 frases. Piensa cuánto estás en acuerdo o desacuerdo con ellos: Si estás de acuerdo con los dos primeros, Carol consideraría que tienes un fixed mindset, mientras que las dos últimas indican un growth mindset. Según sus investigaciones, recogidas en su libro “Mindset: the new psychology of success” la visión que los padres y educadores tengan de la inteligencia de sus hijos, tendrá más importancia que la inteligencia en sí. Así recomienda alabarlos no por su capacidad, talento o excelencia natural, sino por el esfuerzo dedicado o las ganas que le puso. Así los errores deben ser celebrados, como hitos imprescindibles en el desarrollo y no castigados. Dedicaré un post a Carol Dweck más adelante. Pero volvamos a Angela Duckworth y a su pregunta inicial: ¿por qué entonces seguimos dándole tanta importancia al talento, si incluso en las escuelas para alumnos de alta capacidad, lo que les distingue es su ética de trabajo y no su inteligencia? También la psicóloga Chia-Jung Tsay dedicó muchos años a investigar a los músicos, una disciplina donde queda patente que el esfuerzo y el ensayo continuo son más imprescindibles que el talento musical. Y así Angela llega a un punto interesante ¿y si se tratase de un prejuicio social? Si nos preguntan qué creemos que es más importante, el talento o el esfuerzo, la mayoría respondemos que el talento. Como si fuese una varita mágica que tocase a unos y no a otros, una selección natural donde tenemos poco que hacer. Así en pocas ocasiones somos conscientes de las horas, horas y más horas invertidas en tocar así el piano. Preferimos pensar que es cuestión de talento, de selección natural, de algo que unos tienen y otros no. Es un regalo divino, algo que nadie te puede enseñar. Preferimos entenderlo así antes que admitir que son las numerosas horas invertidas lo que llevó a esa persona a ese nivel de excelencia, fuera de la norma. Así nos libramos de la posibilidad de que si nosotros hubiéramos dedicado las mismas horas, quizás podríamos haber sido excelentes también. Angela concluye que cuando consideras individuos en circunstancias idénticas, los resultados que obtienen depende de dos cosas: el talento y el esfuerzo. Sin embargo no influyen de igual manera, el esfuerzo vale el doble. Y así llega a la teoría de las 10.000 horas que ilustra con numerosos esfuerzos y es donde el libro empieza a ser repetitivo, además de contribuir a esa idea tan capitalista de la auto-explotación como garantía del éxito con la que no estoy necesariamente de acuerdo. En esta charla de seis minutos, resume muy bien el contenido de su teoría. |