Juego libre, Peter Gray
Llego a Peter Gray a través de unas lecturas sobre Unschooling. Su libro, Free to Play: Why Unleashing the Instinct to Play Will Make Our Children Happier, More Self-Reliant, and Better Students for Life, investiga lo que muchos llevamos sintiendo desde hace tiempo y había descrito Plutarco mucho antes: el cerebro no es un vaso por llenar sino una luz por encender. Su charla TED: How Our Schools Thwart Passions enuncia la contradicción que todos los que trabajamos en educación, constatamos: ¿cómo un niño va a poder descubrir cuáles son sus pasiones, si se pasa el día en la escuela, sin poder dedicar tiempo a investigar qué es lo que les gusta hacer? Una pregunta de apariencia sencilla que descubre las verdaderas intenciones del sistema educativo, ese lugar al que los niños no quieren estar pero al que tienen la obligación de ir. Peter Gray realiza un exhaustivo estudio por cómo otras culturas practican el unschooling o la no-educación de sus hijos, ya que consideran que los niños nacen con un instinto básico que les llevará a querer aprender lo que necesiten para vivir. Peter Gray llegó a plantearse la educación alternativa por amor, como la mayoría. A los 9 años su hijo ya había sido catalogado como “problemático” para la educación tradicional. Pero pensó que si su hijo había sido capaz de aprender a andar, a hablar o socializar, ¿por qué no iba a ser capaz de aprender todo lo que necesitara para vivir?. Como padre “quería estar seguro de que no estaba equivocándose al permitirle que siguiera su propio camino de aprendizaje en lugar de un camino dictado por profesionales” y ese es el viaje que emprende en el libro. Desde su mirada científica recorre, de la mano de su hijo, el camino poco transitado de la educación fuera de las instituciones tradicionales. El libro empieza con una radiografía de la infancia de nuestros hijos, donde se espera que pasen la mayor parte del día siguiendo instrucciones de adultos, sentados en pupitres o en el suelo, en clases o en actividades extra escolares, dejándoles cada vez menos tiempo de libertad para explorar o seguir sus propios intereses. El juego libre, lo que Peter define no como un juego sin estructura, sino un juego dirigido por los jugadores y no por una autoridad ajena está desapareciendo de las vidas de nuestros hijos, en un intento de maximizar su rendimiento. Así, en lugar de dejarles jugar con amigos, preferimos apuntarles a una clase de baile o gimnasia para que aprovechen mejor el tiempo y tengan mejores oportunidades futuras, ya que consideramos que todo el saber que vale la pena se debe poder cuantificar o mostrar con títulos y certificados de asistencia. Sin embargo, lo que les estamos comunicando es que ellos no pueden aprender a no ser que sea en un entorno dirigido por un alumno que sepa más que ellos. Peter apunta que quizás estamos criando una generación que, tan acostumbrada a seguir instrucciones ajenas, será incapaz de encontrar su propio camino.
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